Teología Práctica, Volumen 1, Año 2024, pp. __-__
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Resumen
El presente artículo explora la tarea de educación cristiana y evangelizadora con la niñez y las infancias. El punto de partida es el reconocimiento del cambio de paradigma en nuestra vinculación con este tema: de que los niños, niñas y adolescentes no son objetos de cuidado sino sujetos de derechos y protagonistas de su autonomía progresiva. Luego se enfoca en analizar este desafío en relación a la teoría y práctica de los sacramentos como medios de gracia, en las comunidades de fe. Desde las tradiciones de algunas iglesias cristianas y desde relecturas bíblicas, se propone este cambio paradigmático antes mencionado, haciendo un llamado para que las iglesias se comprometan en acciones con la niñez, que no le impidan y que ayude al encuentro con Dios, al estilo de Jesucristo.
Abstract: This article explores the task of Christian and evangelizing education with children and childhood. The starting point is the recognition of the paradigm shift in our relationship with this issue: that Children and Adolescents are not objects of care but rather subjects of rights and protagonists of their progressive autonomy. It then focuses on analyzing this challenge in relation to the theory and practice of sacraments as means of grace, in communities of faith. From the traditions of some Christian churches and from biblical rereadings, this aforementioned paradigmatic change is proposed, calling for churches to commit to actions with children, that do not impede them and that help them encounter God, in the style of Jesus Christ.
Introducción
La razón de ser de este artículo es precisamente ese: “que no se lo impidan”. O sea que no haya razones válidas para impedirle a niños y niñas acercarse o encontrarse con Cristo. Porque, si bien ya “los discípulos no reprenden a los niños que se acercan a Cristo”, la Iglesia por mucho tiempo ha puesto reparos y razones para que no se puedan acercar a los medios de gracia que Jesús quiso instituir.
Sin duda, nuestra relación adulta con niños y niñas ha cambiado con los tiempos pero hay algo relativamente cercano en esta época que marca una diferencia significativa. Y esto es que “a partir de la doctrina vigente en la Convención de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes y de la ley 26061 de Argentina de protección integral, ya no son objetos de cuidado, sino sujetos de derecho. Este cambio paradigmático es fundamental, porque sustituye un modelo de patria potestad por uno de autonomía progresiva y genera responsabilidades a quienes tiene a cargo su crianza”[1].
Hoy quizás debiéramos decir “que no se lo impidan”, porque son sujetos de derecho… tienen derecho a acercarse a Jesús.
Supongo que hay muchos y distintos impedimentos que existen o ponemos para que sea difícil el encuentro de niños y niñas con el Señor. En este artículo sólo nos enfocaremos en los Sacramentos, que esencialmente son medios de gracia, o sea las formas que nos dejó el Señor para “ir a Él”, y que por distintos argumentos o costumbres, en algunas Iglesias se les niegan a niños y niñas.
1. Cuando estamos hablando de sacramentos, ¿de qué estamos hablando?
Déjenme decirles que no partimos de cero. O sea, este tema viene de largo y tiene su historia. Pero partamos de la base que la óptica desde la cual miramos el tema de los sacramentos es la que recibimos de nuestro querido amigo Juan Wesley. Para este y otros tantos temas teológicos, él tenía la conocida fórmula del cuadrilátero. Su mirada para entender la fe, la teología o el entender la voluntad de Dios, pasaba por cuatro, llamémosle, filtros: Biblia, Tradición, Razón y Experiencia.
Obvio es entender la fe y la teología desde la Biblia (por esos somos cristianos/evangélicos). La vivencia de fe, siempre tiene un sólido fundamento bíblico. Pero también es cierto que no despertamos hoy al conocimiento de la fe, hay toda una historia, tradición, gente que siguió al Señor, formas y testimonios que vienen de lejos y que nos ayudan a entender la fe (tradición). Pero la teología y la fe, no es magia, tiene su lógica, tiene sus razones, tiene sus explicaciones, aun cuando sus explicaciones (como por ejemplo, la fundamental, que es la resurrección de Cristo) no entren dentro de la lógica humana. Pero creemos en un Dios metido en la Historia humana (Emanuel, Dios con nosotros), que nos muestra el sentido (razón) razonable de la buena vida, de la vida eterna que no se pierde.
Wesley le agrego a ese trípode (Biblia, tradición, razón), la óptica de la experiencia. Sabemos que para él, la experiencia del 24 de mayo de 1738 fue marcante, lo que habla de que Dios en Cristo, no sólo vive, sino que obra entre nosotros. El testimonio vívido y tocante, también es un medio para entender la fe y la teología. Así los metodistas solemos hablar de lo importante que es el Encuentro personal con Cristo. Es ese encuentro que sella, confirma la fe bíblica, tradicional y razonable, y nos ayuda en el discipulado cristiano.
1.2 De los sacramentos
1.2.1 Fundamento Bíblico
Si bien hablaremos al tratar cada uno de los sacramentos sobre las bases bíblicas, vale la pena señalar que ambos gestos o ritos fueron ordenados o mandados por el Señor Jesús: “Hagan esto en memoria mía, todas las veces que comieres o bebieres…” (1ª Cor 11:24-25, como recuerda San Pablo) y la otra afirmación “Vayan pues y hagan mis discípulos bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Eso distingue de otras prácticas que en la Iglesia Católica Romana suelen llamarles sacramentales. Si bien la Biblia nos habla de esas prácticas, no son mandato explícito de Jesús.
1.2.2 Tradición
Entre los Artículos de fe originarios de la Iglesia Anglicana y que la Iglesia Metodista hace propios en su constitución figura el Art. 25: De los Sacramentos.
“Los Sacramentos instituidos por Cristo, no solamente son señales de la Profesión de los Cristianos, sino más bien unos testimonios ciertos, y signos eficaces de la gracia y buena voluntad de Dios hacia nosotros por los cuales obra Él invisiblemente en nosotrosy no solo aviva, mas también fortalece y confirma nuestra fe en Él. Dos son los Sacramentos ordenados por nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, a saber, el Bautismo y la Cena del Señor”.
Los otros cinco que comúnmente la tradición Católica Romana les llama Sacramentos, a saber, la Confirmación, la Penitencia, las Órdenes, el Matrimonio, y la Extremaunción, no deben reputarse como Sacramentos del Evangelio, habiendo emanado, en parte, de una imitación de prácticas de los Apóstoles, y en parte son estados de la vida aprobados en las Escrituras; pero que no tienen la esencia de Sacramentos, semejante al Bautismo y a la Cena del Señor, porque carecen de signo alguno visible, o ceremonia ordenada de Dios.
Los Sacramentos no fueron instituidos por Cristo para ser contemplados (servir de espectáculo), o llevados en procesión, sino para que hagamos debidamente uso de ellos. Y sólo en aquellos que los reciben dignamente producen ellos el efecto saludable, pero los que indignamente los reciben, se adquieren para sí mismos, como dice San Pablo, condenación.”[2]
1.2.3 Razón de los sacramentos
Los sacramentos son ciertas acciones dotadas de sentido, que hacen visible el amor de Dios. Son actos que transmiten significado. Se trata de un tipo de señal que implica hechos, palabras y objetos.[3]
El Decreto para los armenios del Concilio de Florencia (1439) aporta una síntesis muy interesante. Tres cosas son necesarias en el Sacramento: la materia apropiada (objetos); las palabras correctas o la forma (fórmula) y que la persona designada que ministra debe tener la intención de aquello que la Iglesia ejecuta por medio de él/ella.
Las grandes discusiones sobre el tema sacramentos se producen en tiempos posteriores a la Reforma. La disyuntiva básicamente está entre aquellos que acompañan el concepto católico y reformado tradicional que afirma que Dios actúa (obra) en los sacramentos, de aquellos que los consideran ejercicios piadosos de memoria. Entre estos últimos, con una fuerte influencia racionalista, se crea un universo desacralizado en el que todo no pasa de su apariencia externa. Así no es más Dios que hace y comunica su gracia a través de los sacramentos (Dios autodándose por esos medios) sino que esto es un hacer humano. Es más limitante y más racional, porque todo depende entonces del fervor humano de generar la capacidad de hacer memoria. (…)
Hay entonces una división en el protestantismo de aquellos que siguen a Lutero, Calvino y Wesley en la concepción tradicional de que Dios actúa en los sacramentos, usándolos como medio de gracia para la “autodación” divina, y aquellos que siguen las tendencias más racionalistas del iluminismo que entienden los sacramentos como algo que las personas hacen a fin de estimular la memoria de lo que Dios ya hizo.[4]
1.2.4 Experiencia
Dios se nos manifiesta de muchas maneras, en muchos lugares y en distintas circunstancias. La experiencia de millones a los largo de siglos así lo indica. Pero sabemos también por siglos que Jesús nos dijo “estaré con Uds. hasta el fin del mundo” y entre otras maneras, estás nos muestran su segura y cierta presencia. Solía decir el teólogo K. Barth: “no vivimos de las hermosas palabras que nos dice el predicador en su mensaje sino del hecho de que Cristo murió por nuestros pecados y eso es lo que celebramos en la Eucaristía”.
La gracia de Dios está a nuestro alcance por medio de la vida, muerte y resurrección de Cristo y actúa en nosotros mediante el poder y la presencia del Espíritu Santo. Aunque la gracia divina obra en nosotros en cualquier momento y como a Dios le place, Dios ha dispuesto algunos medios por los cuales su gracia está a nuestro alcance y disposición inmediatos. Y es el Espíritu Santo quien confirma aquellas cosas que fueron enseñadas y prometidas por Cristo. (Leer Juan 14: 22-27)
2. Sacramento del Bautismo
2.1 Fundamentos Bíblicos
“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Mateo 28:19-20
“Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: — Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado”.
Marcos 16:14-16
Entonces dijo: — ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: — En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: — Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban.
Hechos 19: 3-5
“Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras; y les dijo: — Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
Lucas 24:45-49
“Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: — Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: — Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame”.
Hechos 2: 37-39
En Romanos 6:4: ..”porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”
Efesios 4:5 Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, 1º Pedro 3: 21
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias del cuerpo, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) mediante la resurrección de Jesucristo,
Quizás se pueden hacer distintas lecturas (por siglos así ha sido), pero me parece que lo claro es que la misión pasa por predicar y servir, convencer, anunciar a todo el mundo (grandes, chicos, varones, mujeres, esclavos, libres, o de la nación que sea) la salvación en Cristo y el Reino de Dios y que la persona se incorpore al Cuerpo de Cristo (a la misión de Dios, a la Iglesia, a la búsqueda de su Reino, al Pueblo de Dios) por el bautismo.
2.2 Tradición
2.2.1 Artículos de fe de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina
Del Bautismo.
“El Bautismo no es solamente un signo de la profesión y una nota de distinción, por la que se identifican los Cristianos de los no bautizados; sino también es un signo de la Regeneración o Renacimiento, (…) por el cual, como por instrumento, los que reciben rectamente el Bautismo son injertos en la Iglesia; las promesas de la remisión de los pecados, y la de nuestra Adopción como Hijos de Dios por medio del Espíritu Santo, son visiblemente señaladas y selladas; la Fe es confirmada, y la Gracia, por virtud de la oración a Dios, aumentada. El Bautismo de los niños, debe conservarse enteramente en la Iglesia.”[5]
En el tomo X de las Obras de Juan Wesley hay un capítulo dedicado al Bautismo de Infantes. Allí afirma que el bautismo es el sacramento de iniciación del que ingresa al pacto y ser parte del pueblo de Dios. Fue instituido por Cristo, el único que tiene poder para instruir un verdadero sacramento, una señal, sello, prenda y medio de gracia perpetuamente obligatorio para todos los cristianos. La materia del sacramento es el agua; la cual, como tiene un poder natural para limpiar, es lo más adecuado para este uso simbólico. El bautismo es en el nombre del Padre, el hijo y el Espíritu Santo, por ablución, inmersión o afusión. No está establecido en las Escrituras en cuál de estas formas debe hacerse.
2.3 Razón
2.3.1 ¿Qué afirmamos que sucede en el bautismo?
- Unión con Jesús (Rom 6:3-5) Participamos de la misma suerte que Cristo. Somos bautizados en la muerte de Jesús y en la posibilidad de la resurrección por medio de Él. La palabra griega para bautismo está relacionada con sumergir, afirmando simbólicamente que participamos de la misma suerte que Jesús: moriremos y resucitaremos.
- Incorporación a la Iglesia: Es el acto de ingreso a la Iglesia (al cuerpo de Cristo). No hay otra forma de entrar a pertenecer al pueblo de Dios que no sea por el bautismo (por ello los bautisterios suelen estar a la entrada)
- Renacimiento: En Cristo somos nuevas criaturas (Nicodemo/ Juan 3:5). En verdad nacemos para morir. Por el bautismo, nacemos a una vida que vale la pena ser vivida, a una vida que no se pierde, a una vida eterna.
- Perdón de pecados: La acción purificadora y simbólica del agua nos limpia de nuestro condición de pecadores; El Credo Niceno afirma: creo en un bautismo para perdón de pecados; (Hechos 2:38). Con el Bautismo nuestros pecados son perdonados para siempre. Sucede que en nuestra condición de pecadores no dejamos de hacerlo. Se trata de reconocerlos para que el perdón sea efectivo.
- Recepción del Espíritu Santo: No se puede formar parte de la comunidad de la Iglesia llena del Espíritu Santo y no haberlo recibido. Hay una directa relación entre bautismo y recepción del ES (Hech 10:44). Más allá de que el Espíritu Santo pueda obrar cuando y donde quiera, en el bautismo pedimos que el Espíritu Santo esté sobre el bautizado y guíe su vida. Algunas veces equivocamos la acción pensando que al haber hecho el bautismo con la fórmula trinitaria es suficiente. Pero eso no es ni la tradición de la Iglesia, ni lo que necesita la persona. Luego de la inmersión, aspersión o afusión, se debe invocar el ES sobre la persona.[6]
2.3.2 Argumentos de Juan Wesley en favor del bautismo infantil
- Si los niños han sido aptos de ser parte del pueblo de Dios (aun en un pacto hecho por otros), y han sido incluidos en el pacto de Abraham y nunca fueron excluidos por Cristo;
- Si ellos tienen el derecho de ser miembros de la Iglesia, y fueron miembros del pueblo judío;
- Si, nuestro Señor hubiera decidido excluirlos del bautismo, él hubiera expresamente prohibido a sus apóstoles que los bautizara (cosa que nadie se atreve a afirmar que hizo) dado que de otra manera ellos lo hubieran rechazado ya que esa era la práctica universal de su nación;
- Si es altamente probable que ellos lo hicieran, aún por la letra de la Escritura, porque frecuentemente bautizaban casas enteras y sería muy extraño que no hubiera niños entre ellos;
- Si toda la Iglesia de Cristo por 1700 años bautizó niños y nunca se opuso nadie hasta que en el pasado siglo lo hicieron algunos en Alemania.
- Por último, si existen tal cantidad de inestimables beneficios traídos por el bautismo, el lavado de la culpa del pecado original, el compromiso con Cristo haciéndonos miembros de su Iglesia, y además dándonos el derecho a todas las bendiciones del evangelio; a todo esto sigue que,
- ¡Sí! los niños pueden ser bautizados y nadie debe impedírselos.
2.4 Experiencia
Recuerdo que en una oportunidad fui invitado a bautizar una niña y también a predicar. Suelo predicar antes de la ceremonia del bautismo y generalmente alrededor del texto sugerido por el leccionario para ese domingo. El pasaje de Juan 14:15-27 fue el centro de mi mensaje. Recuerdo que focalicé en el v. 23 “El que me ama guardará mi palabra; y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada con él”. No pude menos que tomar conciencia de que esa promesa de Jesús es la que ponemos en el corazón de la persona que se está bautizando. La idea del bautismo, con el testimonio de padres y padrinos, con el sostenimiento de la comunidad de fe es que Dios ama a esa persona y hará morada en su corazón. Padres y padrinos y toda la Iglesia se comprometen para que así sea, para que esa semilla que hace morada en el corazón de esa criatura, crezca y guarde fidelidad con la Palabra de Jesús.
Pocos días después del bautismo mencionado, tuve la oportunidad de encontrarme con una prima de diez años de la niña bautizada que había estado presente en ese momento. Como evaluando le pregunté ¿qué le había parecido y qué había sentido ella al participar del bautismo?. Dicho de otra manera, qué había visto con sus “ojos de niña”. Su respuesta me dejó gratamente sorprendido y pensando: “Sentí que yo la quería… o, en realidad, que todos la queríamos”. Y me quedé pensando si en realidad no es precisamente ese el centro de la cosa el sentido del bautismo comunitario: el amor había sido visible, tangible. Si Dios, que es amor, había sido percibido y hasta una niña lo había visto, y, por otro lado, al mismo tiempo, la niña bautizada había sido integrada en amor a la comunidad, porque “todos la queríamos”, el sacramento era efectivo y claro. Es decir, tratamos de sembrar la semilla para que Dios haga morada en el corazón de esa niñita… ¡y todos se dieron cuenta! Quizás sea este un ejemplo de “mirar con ojos de niño” como solía decir el pedagogo Januz Korzak.
Ahora lo que necesitamos es que esa comunidad de fe, no se olvide del amor con que recibió a esa pequeña y la acompañe a crecer en la fe y que la palabra sembrada de buen fruto.
3. La Santa Cena
3.1 Fundamento Bíblico
“Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí’. Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.
1 Cor 11:23-26
La Santa Comunión es un acto de recuerdo, conmemoración y memorial, pero también es algo más que una simple remembranza. “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19; 1ª de Corintios 11:24-25) es anamnesis (la palabra del griego bíblico). O sea, un hecho dinámico que viene a ser representación poderosa de los actos de la gracia de Dios en el pasado como una revelación en el momento actual.
Cristo ha resucitado y está presente, aquí y ahora, en la Eucaristía, no es sólo un recuerdo de lo que pasó. La Santa Comunión es un tipo de sacrificio. Es una nueva presentación sagrada, pero no es una repetición del sacrificio de Cristo. Hebreos 9:26 lo explica claramente:
“ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.”
La consumación de la vida, muerte y resurrección de Cristo hace accesible para nosotros la gracia de Dios. Nosotros también nos presentamos a Dios como sacrificio (compromiso?) en unión con Cristo (Romanos 12:1; 1ª de Pedro 2:5) para ser usados por Dios en la obra de redención, de reconciliación y justicia.
En la oración de Acción de Gracias, la iglesia ora: “Te rogamos aceptes este nuestro sacrificio de alabanza y acción de gracias como un sacrificio vivo y santo, en unión al sacrificio de Cristo por nosotros… [7]
La Santa Comunión es un medio de gracia por la actuación del Espíritu Santo (Hechos 1:8), cuya acción se describe en Juan 14:26: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” La epíclesis (llamar, palabra griega) es parte de la oración de Acción de Gracias que invoca al Espíritu:
“Derrama tu Santo Espíritu sobre los que estamos aquí reunidos y sobre estos dones de pan y vino; haz que sean para nosotros el cuerpo y la sangre de Cristo, para que seamos el cuerpo de Cristo para el mundo, redimidos por su sangre. Mediante el poder de tu Espíritu, haznos uno con Cristo, uno con los demás y uno en la obra del ministerio a todo el mundo. . . “
Mil Voces para Celebrar, Himnario Metodista, pág. 12
En los Sacramentos es fundamental, como señaláramos al principio, pedir la presencia, ayuda y bendición del Espíritu Santo, por aquello que afirma el Evangelio de Juan 14:26 “el Espíritu Santo os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Probablemente con fuerte influencia zwingliana, muchos presbíteros olvidan invocar al Espíritu Santo en el momento de la consagración de los elementos, optando por hacer memoria y agradecer por lo que el Señor nos ha dado. Desde la perspectiva metodista es un error.
3.2 Tradición
La Iglesia Católica Romana sostiene la Doctrina de la transubstanciación que se fija en el Concilio de Letrán en 1215. La doctrina sostiene que, por obra del Espíritu Santo, el pan que vemos se convierte en verdadera carne de Cristo y el vino que bebemos en verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo. El hecho que estos materiales no se puedan desperdiciar (tirar o caer) y que se conserven en un Sagrario, para ser usados nuevamente, habla de dicha comprensión del sacramento y el respeto que se le otorga.
Lutero se opone enérgicamente a la opinión tradicional de que la eucaristía (misa) es una obra meritoria en el sentido de que la repetición eficaz del sacrificio de Cristo torna favorable a Dios hacia nosotros. Dios ya nos es favorable y su gracia es decisión libre de Él. Lutero defiende la consubstanciación. Esta tesis fue formulada por Pedro d’Ailly y jamás fue negada totalmente por la teología luterana oficial, según la cual tanto el pan y el vino, como el cuerpo y la sangre están presentes simultáneamente en la Cena en ambas especies.
Zwinglio define la Cena como un acto de conmemoración y representación simbólica del sacrificio único y suficiente de Cristo. Es un ejercicio piadoso de memoria. Sostiene que Dios no hace depender su gracia de cosas materiales. Es un ejercicio de memoria. No se habla de presencia real de Cristo.
Calvino estaba un poco más cerca de Lutero, afirmando que en la Cena ocurre el contacto, mediante el Espíritu Santo, con el cuerpo y la sangre de Cristo, causa de la salvación. Por obra del Espíritu Santo se vuelve a repetir lo vivido en el Aposento Alto.
Es tradición en la Iglesia Metodista que quien preside la misma es el Señor Jesús, por ello es abierta a todos los que en Él creen. Cuando se habla de discernir el cuerpo y la sangre de nuestro
Señor Jesucristo, esencialmente se está afirmando que uno cree por fe en este sacramento del que está participando. No creer en ello (la salvación que nos trae el Señor Jesucristo por su muerte y Resurrección) y aún participar del sacramento, es indigno, por lo que ”juicio come y bebe para sí”. No se trata de si uno es más pecador que otro (todos lo somos), sino de discernir el Señorío de Cristo sobre nuestra vida.
Pero afirmamos que la razón por la cual la mesa es abierta es porque Jesús la preside, es Dios mismo que se da (entrega), por ello hablamos de presencia real por fe y no de hacer un ejercicio de memoria en el que dependemos de la buena obra del oficiante para ayudarnos a recordar. Es Cristo quien convoca, es el Señor quien preside, es Dios autodándose.
3.3 Razón
Sobre esto, Reginald Kissack comenta que Wesley tenía una posición acorde con la de su Iglesia Anglicana, que puede expresarse de este modo: Cristo dijo esto, y en esto creo. Wesley toma el ejemplo de la curación del ciego donde Jesús pone lodo en sus ojos y dice yo no sé qué tenía ese lodo, pero en las manos de Cristo fue un elemento de auténtica curación. Yo no soy quién para preguntarle, sólo para creer lo que me dice.
En una forma conmovedora, según mi interpretación, lo expresa de la siguiente manera:
“Vengo al altar de Dios con la plena persuasión de que estas palabras: Esto es mi cuerpo, me prometen más que una figura (es decir, un símbolo); que este santo banquete no es solamente un mero memorial, sino que puede realmente traerme tantas bendiciones como maldiciones lleva al profano que lo recibe. De hecho, no sé cómo se produce esto; me basta con admirarme. Una cosa sé (como dijo nuestro Señor a aquel ciego) que puso lodo en mis ojos y ahora veo. Él ha bendecido y me ha dado este pan, y mi alma ha recibido consuelo. Yo sé que el lodo no tenía nada en sí mismo que pudiera obrar el milagro. Y sé que este pan no tiene en sí mismo nada que pueda impartir gracia, santidad y salvación. Pero sé también que esta es la manera corriente en que Dios produce sus mayores obras, en presencia (aunque no por el poder) de los instrumentos más inútiles. Con el sonar de algunas trompetas derribó macizas murallas. Con un baño en el Jordán curó a Naamán de una enfermedad que era naturalmente incurable. Y cuando pasaba una sombra, o se derramaba algún aceite, o los que estaban enfermos tocaban sus vestidos, realmente salía virtud, no de las varas o las trompetas, o las sombras o los vestidos, sino de Él.
Fue la fiesta del Señor la que en tiempos antiguos hizo que sucedieran cosas poderosas. Y así ahora es Cristo mismo, con su cuerpo y su sangre, ofrecidos una vez a Dios sobre la cruz, y presente delante de él como inmolado, quien llena con los perfumes de su sacrificio su iglesia, de donde los comulgantes retornan a sus hogares con las primicias de la salvación. El pan y el vino no pueden contribuir a ella, más que la vara de Moisés. Mas, puesto que a Cristo le plugo obrar por su intermedio, oh Dios mío, cuando quiera que me envíes a lavarme al Jordán, iré; y no dudaré de ser limpio de mis pecados, como si me hubiera lavado tu sangre. Y cuando dices: Ve, toma y come este pan que yo he bendecido, no dudaré de ser alimentado con el pan de vida, tal como si estuviera comiendo tu carne”.[8]
3.4 Experiencia
El argumento para no darle la comunión a los niños es básicamente racional: se asume que ellos no saben de qué se trata. Ahora bien, tenemos un problema de coherencia racional ya que estas expresiones fueron dichas por Jesús mismo durante su ministerio: “Dejen a los niños que vengan a mí”, “de los niños es el reino de los cielos”, “te alabo Padre porque ocultaste estas cosas a sabios y poderosos y se las revelaste a los niños”. Y quizás, si miráramos este tema “con ojos de niño o niña”, el cuestionamiento sería más duro todavía. Porque, objetivamente, lo que los chicos ven es que los grandes están comiendo y bebiendo y para ellos no hay nada. Y el niño de dos años en su forma más sencilla de expresarse mira a su mamá o a su papá (que sí comen y beben) y, se pregunta, a mí no me dan nada… ¿por qué? Uds. me traen a la Iglesia todos los domingos, ¡pero esto me lo niegan! Los niños no entienden que ellos no tienen conocimiento suficiente. Ellos perciben un gesto de rechazo, más que de amor. Eso es lo que entienden. Es un gesto de dejarlos fuera de la comunidad.
La Iglesia que bautiza niños tiene el deber ante Dios de hacerles crecer en la fe. No sólo se trata de “no impedírselos”, sino facilitárselos, es decir encontrar la manera para que puedan hacerlo. No de negarles la Comunión sino de incorporarlos en la Comunión. Lo hará como pueda, a través de padres, padrinos, maestros, abuelitos, o quien sea para integrarlos al pueblo de Dios, no excomulgarlos….
La Iglesia que no bautiza niños también tiene el mismo problema/desafío de cómo hacer que los chicos sean considerados pueblo de Dios y no fuera de él.
La pregunta es: ¿qué es más importante? que el chico entienda la teología del sacramento o vivencie que es parte de ese pueblo que va aprendiendo en el camino a seguir a Dios.
Hemos aprendido que animar a que los chicos esperen su momento para recibir la comunión con las dos manos en cuenco hace sentido. Ayuda a esperar, a saber que uno está recibiendo y que hay para todos y para mí también. Distintos es agarrar con los dedos en punta el pan. Esperar con las manos en cuenco habla de gracia o regalo.
3.5 Mementos
La Eucaristía tiene un sentido escatológico en el sentido de anunciar el reino de Dios que viene, pero también afirmamos que participamos de la misma Mesa con todo el pueblo de Dios, no sólo los que rodeamos esta mesa, sino los santos (creyentes) de todos los tiempos y lugares.
“Por tanto con ángeles y arcángeles y con toda la compañía del cielo alabamos y magnificamos tu glorioso nombre, ensalzándote siempre y diciendo” se suele decir antes de cantar el “Santo”.
Nosotros no pensamos que una misa puede salvar a los difuntos del infierno. Quizás esa sea la razón por la que es poco frecuente hacer presente en nuestra celebración eucarística aquellos que pasaron a la presencia del Señor. Probablemente para diferenciarnos de la ICR y que nadie entienda que “hacemos cultos a los muertos”.
Para muchas personas puede ser de valor tener presente, hacer memoria de sus seres queridos que ya pasaron a la presencia del Señor. Por eso, vale la pena, con cierta frecuencia, resaltar la gran nube de testigos que acompaña nuestra carrera de la fe (Hebreos 12:1) en el marco de la anamnesis, y hacer nombre de ellos y ellas. No es incorrecto. Celebramos la Cena del Señor “con toda la compañía del cielo”, con los que están en su presencia, incluso los que vendrán.
Conclusión
Dice Mamerto Menapace, “No tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Cuando el Dios de la historia venga, nos mirará las manos”.
El hombre de la tierra no tiene el poder de suscitar la primavera. Pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Y así que la primavera lo encuentra sembrando. Pero no sembrando la primavera; sino sembrando la tierra para la primavera. Porque cada semilla, cada vida que en el tiempo de invierno se entrega a la tierra, es un regalo que se hace a la primavera. Es un comprometer las manos con la historia”.[9]
Pensar en niños y niñas, sus necesidades, las injusticias que se comenten y los problemas de esta etapa de la vida es casi como abarcar “los problemas del mundo” y no creemos que nuestro trabajo sea la solución o la salida por tanto tiempo esperada. Lejos de eso, la misión que tenemos en nuestras manos es amar a niños y niñas. Eso sí lo podemos hacer. Y aún con nuestra humilde contribución estaremos haciendo un aporte.
Pero lo que quisimos reflejar en estas líneas es que Dios quiere que amemos a los niños y las niñas. Yo me atrevería a decir: ¡prioritariamente! Una parte fundamental de la misión que Dios pone en nuestras manos como Iglesia, es decir, como sus discípulos, discípulas o gente comprometida con la fe, es dar importancia, prioridad, tiempo y dedicación a niños y niñas. En este sentido, los sacramentos, como medios de gracia, como formas de amar, en los que Jesucristo mismo se entrega para bendición de quienes los reciben, son formas (medios) relevantes de expresar el amor a chicos y chicas. La idea es no sólo “no impedir que los niños vengan a mí”, sino que la gracia del Señor llegue a niños y niñas, cada vez más, para su bien y bendición. Despejar pensamientos y argumentos teológicos que impidan que los niños accedan a los medios de gracia ha sido nuestro deseo. O quizás dicho de una manera más osada, pensar que los sacramentos pueden ser instrumentos de misión para que niños y niñas se encuentren con Dios.
En términos de Menapace, “comprometer nuestras manos con la primavera”. Sembrar la semilla de la fe desde la más temprana edad.
[1] Ibusaniche, Beatriz, “La defensa del Derecho a la intimidad”, Revista Caras y caretas, Noviembre 2020, pg. 57.
[2] Artículo 25 “Constitución Iglesia Evangélica Metodista Argentina”
[3] Juan Gattinoni, Hay un niño en la calle, dejen que los niños vengan a mi, Ed. Global Ministries, Bs. Aires, 2021, p.40
[4] James White, O culto cristao, Ed Sinodal, Sao Leopoldo, Brasil, 2005 , p. 145-146
[5] Art. 27 Constitución de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina.
[6] Juan Gattinoni , Hay un niño en la calle, dejen que los niños vengan a mi, Ed Global Ministries, Bs. Aires, 2021, p.50-51
[7] Mil Voces para Celebrar, Himnario Metodista, Nashville -USA, 1996, Abingdon Press , pág. 12
[8] Reginald Kissack, Así pensaba Juan Wesley, Ed. El Camino, Buenos Aires ,1963. p. 70 . Citando “Hymns on the Lord’s super, Prefacio, IV, 3.
[9] Mamerto Menapace, La sal de la tierra, Editora Patria Grande, Buenos Aires, 1977, p. 78.